En nuestro afán por el diy decoración nos encontramos con el corcho, un material que si bien no lo concebimos como madera pura y dura, se extrae de la corteza del alcornoque.
Cuando la materia prima está limpia y nueva da gusto trabajar con ella. Acostumbra a oler de forma particular, como los libros, y su tacto es especial, suave, fino e incluso deja un ligero polvillo que te impregna las manos y las vuelve blanquecinas. Sin embargo, reutilizar materiales también tiene su qué. En este segundo caso, la singularidad llega no tanto por el contacto con texturas nuevas, sino por el confort de seguir dando vida a objetos obsoletos, o por lo menos aparentemente obsoletos. El corcho entra de pleno en esta descripción. Sirve para cerrar botellas de cristal, principalmente, porque si nos adentramos en segundas oportunidades, las opciones son múltiples. Una de ellas es un salvamanteles.
Realizar esta manualidad es sencillo. Hazte con unos cuantos corchos, si todavía no tienes. El vino y el champagne, el cava y el espumoso serán tu fuente de recursos más fecunda. Algunos corchos tienen una cabeza ovoide superior, córtala. No es imprescindible, pero igualar todos los cuerpos ofrece un resultado homogéneo y pulido. También porque facilitará la unión de las partes.
Acto seguido, pega todos los corchos de modo que quede una estructura horizontal lo más recta posible. Con una pistola de pegamento caliente (barras) o con goma, por ejemplo. Para conseguir este fin, puedes valerte de una bandeja como molde. En última instancia, puedes dejarla como parte del salvamanteles (imagen) o quitarla. Los corchos pueden dibujar formas (espiral, letras, iconos…), estar en horizontal y vertical,con colores… A tu gusto.
Una vez tengas una estructura firme y estable, dispondrás de tu salvamanteles hecho a mano por ti misma. Además, ideal para entornos rústicos, rurales e incluso para viviendas urbanas de estilos distendidos y amigables.