El enmarcado es una técnica que tiene sus orígenes en civilizaciones como el antiguo Egipto, Grecia y Roma. Mosaicos y frescos eran bordeados con bandas decorativas, similares a las de los libros clásicos. Puede decirse, por tanto, que la historia del enmarcado está ligada a la del propio arte.
El enmarcado durante la Edad Media
El marco, tal y como lo conocemos en la actualidad, surge en la época bizantina. Los templos medievales albergaban retablos enmarcados, con motivos análogos a la arquitectura de los propios edificios.
La Edad Media, el siglo XIII sobre todo, supuso un antes y un después en la evolución del enmarcado a lo largo de la historia. Fue en este momento cuando empezaron a popularizarse las pinturas sobre tablas de madera. Los cantos de éstas hacían las veces de marcos, decorados según el estilo arquitectónico de la iglesia o templo en el que se exponía la obra. Sin embargo, los artistas de la época sintieron la necesidad de colocar tiras de madera en los bordes de sus pinturas, para evitar la torsión y el arqueamiento del material. En esos momentos, dichos refuerzos aún se consideraban parte integrante de la pintura.
Durante los siglos XIV y XV, las obras de altar llamaban poderosamente la atención. Se trataba de paneles pintados, sujetos por bisagras y con molduras muy ricas en ornamentación (dípticos, trípticos…). En este período histórico, los marcos se acompañaban de oro y gemas, que sugerían la Gloria de los Cielos. El marco era, por tanto, un elemento directamente relacionado con lo divino, con lo espiritual.
El marco como elemento independiente, el Renacimiento
La historia del enmarcado tiene otro momento de especial interés. La llegada del lienzo supuso el desarrollo del marco como elemento independiente y agregado a los cuadros. Hemos de situar este hecho en el contexto histórico del Renacimiento, cuando la pintura de caballete se imponía con fuerza. En Italia, se utilizaban los marcos en forma de caja (“casetta”), muchos de ellos rematados con pintura de oro.
En el siglo XVI, Venecia se convirtió en uno de los más importantes centros de fabricación de marcos. Los diseños se caracterizaban por ser recargados y ostentosos. Puede decirse que estamos ante una de las etapas álgidas en la evolución del enmarcado en la historia.
A finales del siglo XVI y durante buena parte del XVII, en Países Bajos, Gran Bretaña, Italia y España se utilizaban marcos manieristas, con recargados elementos escultóricos o arquitectónicos. Sin embargo, fue Francia la nación europea que sirvió de caldo de cultivo para la creación de marcos refinados, sorprendentes y ampliamente copiados en épocas posteriores.
Durante el reinado de Luis XIII, el enmarcado francés se nutrió de influencias italianas. No obstante, las piezas galas poseían un carácter propio y se caracterizaban por ser relativamente planas y no excesivamente gruesas. Con Luis XIV en el trono, los elementos tallados pasaron a ser más profundos y elaborados.
El esplendor de las artes decorativas y, también del enmarcado, llegó bajo el reinado de Luis XV (1723-1774). El marco estaba presente en casi todas partes (tapices, espejos, invitaciones de la corte…). Se perseguía magnificar las pinturas y obras de arte con hermosos marcos, como si se tratara de joyeros que guardaban valiosas joyas. Ebanistas y escultores eran los artistas encargados de crear estas obras, que servían para enmarcar otras.
El siglo XIX y la producción en serie
El enmarcado comienza a convertirse en un procedimiento mecánico a finales del siglo XIX. Empieza a considerarse que cada obra no precisa un tratamiento concreto e individualizado. El yeso reemplaza a la madera, hecho que facilita la producción en serie y las copias de piezas antiguas y de épocas anteriores.
Los artistas impresionistas estimaban que el marco debía ser lo más neutro posible, rechazando las piezas doradas y esculpidas. Así, pintores como Edgar Degas eligieron el blanco para sus enmarcaciones en multitud de ocasiones.
Otros artistas, por el contrario, fueron un poco más allá y pintaron los marcos en los mismos tonos que la obra central. Fue el caso de Georges Seurat.
Marcos “cassetta”, “manieristas”, barrocos, rococós, palatinos, neoclásicos…todos ellos han ayudado a fijar el contexto histórico en el que se creó la obra a la que complementan. El enmarcado, a lo largo de la historia, no siempre ha tenido una esencia humilde, en ciertas épocas brilló casi tanto como la pintura a la que ponía límites.
Hoy día, el marco se concibe como un elemento supletorio, que no perturba la obra que acoge. El enmarcado ayuda a integrar la pieza con la pintura, hasta fundirse con ella. Sin embargo, debemos verla sin verla, la orla debe permanecer en un discreto segundo plano.
La historia del enmarcado es, por tanto, un paseo por el tiempo y por multitud de estilos (retablos, lujo, marcos cassetta, la discreción blanca del impresionismo…), sólo el tiempo dirá cuál es la tendencia del siglo XXI.
Imagen: Wikipedia