Cualquier cosa puede pasar de ser un simple «algo» a ocupar un lugar privilegiado en la lista de grandes objetos de decoración. Y cuando digo «cualquier cosa», no exagero ni una pizca.
La creatividad es como un árbol lleno de ramas, todo el mundo capta la fortaleza del tronco, la resina de la corteza y la frondosa copa, pero pocos son capaces de vislumbrar el detalle de cada rama. Quien lo consigue, tiene mucho entre manos, la mitad del camino recorrido. El interiorismo también es así, todo es susceptible de ocupar un estante, pero pocos objetos son dotados de la entidad suficiente como para atrapar la vista en un instante.
Entrar en una sala y que una pieza consiga captar la atención pasa por tomar medidas, valorar los colores, pulsar el estilo y todo sin perder de vista el canon estético del momento. Las combinaciones no son pocas, y a medida que piensas las posibilidades, éstas se multiplican de manera exponencial. Ahora bien, existe un camino sencillo y complejo a la vez con la misma meta. Éste pasa por seleccionar el objeto (sólo uno, hasta parece fácil) y con él llegar al éxito (aquí se complica).
En la galería de imágenes propongo tres estilos, bastante diferentes entre sí. Por un lado, basta con hacerse con esa pieza que nadie tiene, nadie ha visto jamás o bien que nadie verá (probablemente); por otro, la dislocación de los objetos, que viene a ser el utilizar un objeto fuera de su estado habitual; y finalmente, aprovechar piezas decorativas y darles una forma diferente.
Imágenes: blogs.20minutos.es, estiloescandinavo.com, casasrestauradas.com, guiaparadecorar.com